No soy muy aficionada a madrugar, pero hoy 17 de junio de 2023, es un día especial desde cualquier perspectiva. Por lo tanto, me despierto a las 5 de la mañana, ya que tengo muchas cosas pendientes que organizar antes de embarcarme en la mayor aventura de mi vida.
Debo revisar las maletas, terminar de desechar algunas cosas, entregar artículos vendidos y dar regalos a varios amigos. También debo entregar la casa que he alquilado durante los últimos 2 años. Todo esto es necesario antes de dirigirme al aeropuerto de Guayaquil para comenzar mi vida como nómada digital.
Podría decirse que esta etapa marca la recta final de toda la planificación que he realizado en los últimos 5 años y representa la realización de un sueño que ha ido evolucionando en función de la realidad actual.
Cuando tenía 17 años, sabía que quería recorrer el mundo, pero no tenía idea de que lo haría como nómada digital, ya que en ese entonces ni siquiera existía ese término. En esa época, solía ver a los mochileros explorando mi ciudad y sentía una envidia sana. Mi madre me decía que estaba loca y que vivir como un vagabundo no era una buena vida.
En mi juventud e ignorancia, planee una estrategia: estudiar Turismo, lo que me permitiría viajar por el mundo mientras trabajaba. Me llevó un tiempo convencer a mi madre, pero finalmente cedió, después de todo, su hija estaba planeando estudiar una carrera universitaria, y eso era lo que importaba.
Sin embargo, solo me llevó un mes en mi primer año de carrera darme cuenta de que un título en Hotelería y Turismo no me llevaría a viajar; al contrario, me mantendría atrapada en el país. A pesar de eso, siempre trato de ver el lado positivo de las cosas, así que decidí que tendría 4 años para viajar mientras estudiaba y conocía a fondo mi propio país.
Al completar la primera etapa de mi carrera y buscar trabajo, encontré una empresa que organizaba eventos sociales. Me enamoré de esa actividad y, como en todo lo que hago, me dediqué a estudiar y especializarme en ella. Sin embargo, después de algunos años, me di cuenta de que lo que realmente me gustaban eran los eventos, pero no necesariamente los sociales. Así que cambié de empresa y me uní a una que se enfocaba en eventos corporativos. Pasaron diez años en los que no pude perseguir mi sueño de viajar, aunque disfrutaba de unas vacaciones geniales dentro y fuera del país. Sin embargo, mi sueño de vivir como mochilera aún no se había hecho realidad, especialmente porque estaba en una relación con alguien que no apoyaba ese sueño.
Un día, me desperté y me di cuenta de que me había estancado y que era poco probable que cumpliera mi sueño juvenil. Entonces, decidí dejar esa relación, cambiar de trabajo y trazar nuevas metas en mi vida en función de mi sueño. Fue en ese momento de renovación que conocí a la persona que hoy es mi compañero de aventuras.
Todo parecía alinearse perfectamente. Ambos compartíamos el mismo sueño y teníamos una conexión increíble. Así que decidimos trabajar juntos para hacer realidad nuestro sueño. Al principio, trabajamos en una empresa durante varios años, lo que nos permitió desarrollar nuevas habilidades que serían útiles cuando finalmente decidiéramos trabajar de manera independiente. Finalmente, renunciamos y fundamos nuestra propia agencia de marketing digital nómada (www.aglaya.biz). Inicialmente, establecimos la agencia en Quito, en mi país, para probar si funcionaría antes de aventurarnos a recorrer el mundo.
Sin embargo, como sabemos, las cosas no siempre salen como se planean, y la vida nos lleva por caminos inesperados. En 2020, llegó una pandemia que cambió el mundo y dejó una huella imborrable en todos nosotros. Sin duda, todos conocemos los detalles de esa época, por lo que no es necesario profundizar en ello. Para nosotros, el tiempo de la pandemia se convirtió en un período de trabajo intenso, ya que la imposibilidad de salir de casa obligó a las empresas a buscar formas de mantener el contacto con sus clientes, lo que impulsó la digitalización de muchos negocios.
Después de que finalizó el confinamiento, decidimos mudarnos de ciudad y vivir en la playa, ya que después de tanto tiempo en una ciudad fría como Quito, necesitábamos un cambio. Aún estábamos en Ecuador, pero nos trasladamos a Salinas, un pequeño pueblo en la costa.
Mientras estábamos en Salinas, decidimos abrir un restaurante de comida española, ya que no había ninguno en la zona y estábamos emocionados por la idea. Luego de tres meses de arduo trabajo, logramos abrirlo y estábamos emocionados. Después de tanto tiempo en confinamiento, tener contacto diario con la gente era un sueño hecho realidad. Sin embargo, nuestro sueño se desvaneció rápidamente. Ecuador comenzó a experimentar un aumento en la delincuencia, lo que hizo que el turismo en Salinas disminuyera significativamente. Además, las noticias sobre robos y asesinatos se hicieron cada vez más frecuentes, lo que afectó nuestras ventas.
A principios de 2023, nos dimos cuenta de que el restaurante no estaba funcionando tan bien como esperábamos, así que decidimos retomar nuestro plan inicial de convertirnos en nómadas digitales. Inicialmente, planeábamos hacerlo en 2024, pero la vida nos tenía reservadas otras sorpresas.
En marzo, llegó la gota que colmó el vaso. El invierno en Salinas comenzó con fuerza y pasamos diez días lidiando con inundaciones. Nuestro restaurante estaba en la planta baja y sufrimos grandes pérdidas. Después de ese episodio, no tuvimos más opción que cerrar el restaurante y decidimos adelantar nuestros planes de vida nómada. El 15 de marzo, compramos boletos a Bogotá. ¿Por qué elegimos Colombia? Estaba cerca, el proceso migratorio nos parecía sencillo y, sobre todo, ambos amamos ese país.
Sin embargo, la parte más difícil no fue elegir el país ni comprar los boletos, sino el proceso de desapego, desprendimiento y adaptación. Fue un mes muy doloroso para mí, ya que tuve que aprender que no necesitaba tantas posesiones materiales para ser feliz. Empecé a ver el minimalismo cómo un estilo de vida, no solo como una tendencia de diseño. Además, entendí que estar lejos de tu tierra natal no significa que no te duela, de hecho, duele aún más. Dejé ir todo ese pasado lleno de objetos materiales y aprendí a valorar los verdaderos recuerdos.
El día en que puse el primer anuncio de venta de nuestras pertenencias marcó el momento en que esta nueva realidad se volvió dolorosamente real. A diferencia de esas historias que ves en los videos con frases como «Vendimos todo para vivir viajando», este proceso fue largo y doloroso para mí. Durante las dos primeras semanas, lloré todos los días. Mi compañero llegó a pensar que no estaba feliz con la decisión, pero no era así. Lloraba por todos los recuerdos que se iban con las cosas que vendía. Vivimos en una sociedad que nos enseña que nuestro valor está determinado por lo que tenemos, y eso se convierte en nuestra creencia sin que nos demos cuenta. Compramos cosas para ser felices y crear recuerdos, pero este proceso de dos meses me enseñó muchas lecciones valiosas, como aprender a valorar los recuerdos reales y entender que mi vida no se mide por las cosas materiales. También aprendí que el amor por tu tierra y tu gente no se ve disminuido por la decisión de irte y que desprenderte de las posesiones materiales te libera de una gran carga.
Finalmente, llegó el día que habíamos planeado durante tres meses, aunque no salió tan bien como esperábamos debido a varios imprevistos. Sin embargo, al final, llegamos a nuestro destino el 17 de junio de 2023, a las 21h00, en el aeropuerto de Bogotá. Éramos una ecuatoriana, un español, nuestro perro cascarrabias llamado Pirata, seis maletas, dos guitarras y muchos sueños por cumplir, esperando el vehículo que nos llevaría al AirBnb donde comenzaría nuestra aventura, de la cual estaré contando a detalle por aquí…